lunes, 9 de marzo de 2009

La Biblia de barro de Julia Navarro

-Usted no cree en nada.

-Cuando tenía veinte años era de izquierdas, un militante apasionado, y llegué a conocer tan bien el partido de mis sueños por dentro que huí asqueado. Nadie era lo que parecía ni mucho menos lo que decía ser. Entendí que política e impostura van a menudo de la mano, así que me desenganché. Defiendo la democracia burguesa que nos permite la ilusión de creer que gozamos de libertad,eso es todo.

-¿Y los demás?¿Qué pasa con quienes no hemos nacido en su primer mundo?¿Qué debemos hacer o esperar?

-No lo sé, a lo que alcanzo es a saber que son víctimas de los intereses de los grandes, pero también víctimas de sus propios gobernantes, y víctimas de sí mismos. Soy francés y defiendo la Revolución francesa, creo que todos los países deberían de tener una revolución parecida que dé paso a la luz y a la razón. Pero en esta parte del mundo los ilustrados como usted o su abuelo asientan su riqueza y su poder sobre la miseria de su compatriotas, así que no me pregunte a mí qué pueden hacer. No me siento culpable de nada.

-Cree que su cultura es superior a la nuestra...

-¿Quiere que le diga la verdad?Pues sí, lo creo. El islam les impide hacer la revolución burguesa. Hasta que no separen política y religión no saldrán adelante. A mí me asquea ver a algunas de sus compatriotas tapadas de los pies a la cabeza, como esa mujer que le sigue a todas partes, Fátima se llama, ¿no? Me indigna que caminen detrás de sus maridos o que no puedan hablar tranquilamente con un hombre.